jueves, 7 de mayo de 2009

Supongamos que una campesina alemana en 1944 postula a un puesto de enfermera en el estado, y la asignan a un campo de concentración. Cuando llega, se da cuenta de lo que realmente se trata, y el jefe del campo, que la ve un tanto renuente, le dice -mientras acaricia su lugger- que procure no dejarse llevar por sus debilidades o de lo contrario tendrá que ser disciplinada de la misma forma que su antecesora. La muchacha no sabe qué hacer: no está segura de qué tan real es la amenaza, no sabe si podrá regresar a su pueblo, no conoce a nadie que la pueda ayudar y, si se queda, no tiene una idea exacta de lo que estará obligada a hacer. Es comprensible que se diga: "Esto está muy mal, pero ¿qué opciones tengo?"

Sesenta y tres años después Soda Stereo viene a Lima luego de haber estado separados más de una década. Brahma pone una propaganda haciendo un juego de palabras con la famosa despedida: "Brahmas totales!" Ripley promociona televisores: "Sobredosis de TV". Las entradas más caras: "La cúpula". Las más baratas: "Prófugos". Uno se pregunta por qué no sacaron preservativos "Juegos de seducción", ketchup "Entre caníbales", toallas higiénicas "Luna Roja". (¿No encontraron patrocinador?) Seguramente me dirán que sin toda esa propaganda no habrían venido o no habrían venido y cobrado lo que cobraron por entrada, pero yo estuve en el concierto del '95 y sinceramente no recuerdo nada de eso.

Uno puede entender al pata que no tiene dónde caerse muerto y trabaja en La Razón, o a Liniers, que apenas saca una agenda (cara, pero él no pone el precio, y además no tiene interés en "llegar a la cajita feliz", como dijo en su blog). No es que no se estén vendiendo, se están vendiendo, pero puede verse que hay proporción entre lo que se cede y lo que se recibe. Yo no veo por qué uno tendría que escandalizarse de las tonterías que haga RBD; tampoco sorprende que Gianmarco haya ido a cantarle a Bush (podemos criticarlo, pero ¿esperábamos otra cosa de él?) Lo que realmente impresiona (y fastidia un montón) es la completa naturalidad con que la mayoría de personas toma esto. Para escribir, hay que tomarse fotos; para dibujar, hay que ser comercial; para cantar, tienes que ser una estrella. No se le presta ni un segundo de atención al asunto, para la mayoría es automático. Es más, uno incluso diría que todo indica que lo principal es marketearse, y aquello que normalmente se llama vocación es sólo el vehículo para el marketing. Y si no te subes a este carro, parecen decirnos todos, no vas a ir a ninguna parte.

Pero no es cierto, nadie nos está encañonando con una lugger. Un buen ejemplo de eso es BilI Watterson, el autor de la tira "Calvin & Hobbes" Su tira (pueden verla a diario en El Comercio) llegó a ser lo suficientemente popular como para convertirse en el siguiente Garfield. No voy a detallar punto por punto la historia, todo eso se puede encontrar fácilmente en Internet. A Watterson en principio no le disgustaba la idea de hacer con sus personajes loncheras, afiches y cosas por el estjlo, pero habría significado alejarse de la tira y encargársela a otra persona, o concentrarse en la tira y dejar a otros el trabajo de hacer el "merchandising". Cualquiera diría: ¿cuál es el problema? No tendría nada de malo encargarle los personajes a otra persona, eso es lo que se hace normalmente, como en Los Simpson o los superhéroes, y también es muy común que otras personas se encarguen se hacer el merchandising. El problema es en lo que terminan convirtiéndose los personajes. Una vez que los personajes salen del control del creador (esto lo explica el propio Watterson) y pasan a manos de un comité de “creativos”, uno ya no puede esperar gran cosa de ellos. (¿Se han dado cuenta de que al principio Homero Simpson era bastante más natural y menos fronterizo que el de las últimas temporadas? Ahora también si Al Gore se sube a una escalera mecánica en Una verdad incómoda, Lisa TIENE que hacerlo.) Y si Watterson se quedara con el control de la tira y dejara el merchandising al comité, Calvin podría salir en tarjetas del día de la madre diciendo "Feliz Día Mamá"; Hobbes, regalándole a Calvin un corazón por el día de San Valentín; ambos, apoyando una promoción de Burger King. ¿Dónde quedaría el cinismo, ironía, escepticismo o la particular ternura que caracterizan a estos personajes? ¿En las tiras mismas? No creo, la avalancha de merchandising aplastaría la credibilidad de Calvin & Hobbes, al punto en que casi nadie los vería a ellos sino como un reflejo del merchandising. (Vean en la página "Comic Strip Doctor" los casos de Garfield y Daniel El Travieso.) Una cosa más: no es que Watterson simplemente dijera 'No lo hago y punto." Los ejecutivos de los famosos "sindicatos" a los que pertenecen los dibujantes en EEUU lo presionaron, fastidiaron e intentaron comprar durante años. A Watterson le costó trabajo resistirse; y lo logró porque tenía claro qué era lo que él quería hacer: dibujar una tira. No convertirse en millonario, no ser una estrella, no dejar una huella en el paisaje urbano y los siglos venideros. Esa es una porción de autoestima que, por lo visto, escasea mucho en el mundo de los comics, la música y la literatura.

Caer en esta tentación ¿es una gran tragedia? No. Es una pequeña tragedia. Pero una pequeña tragedia que sumadas a otros millones de pequeñas tragedias como ésta se convierte en una bastante apreciable. Hollywood. Sitcoms. Bestsellers. Autoayuda. Marketing. Hay una relación directa entre este gusto por la enajenación y las conversaciones insulsas y soporíferas que hay que soportar a diario. De que hay personas apreciables metidas en ese mundo, las hay; pero cuánto más lo serían si ese mundo no existiera.